Cuenta una leyenda en Japón que una princesa de excepcional belleza, llamada Orihime (la estrella
Vega, en la constelación de Lyra), que se enamoró de un pastor llamado Hikoboshi (la estrella Altair, en la constelación de Aquila).
Orihime (la Princesa Tejedora, en japonés) era una magnífica tejedora, y era hija de Tentei (el Rey Celestial). Ella tejía magníficas telas a la orilla del río Amanogawa (la Vía Láctea), y debido a su trabajo (tejía de sol a sol), no podía conocer a nadie de quien enamorarse. El rey entonces concertó un encuentro entre su hija e Hikoboshi (el Pastor de las Estrellas), al conocerse, ambos se enamoraron de inmediato y al poco tiempo, contrajeron matrimonio.
Orihime, brillando en el cielo
Sin embargo, tras la boda, Orihime descuidó sus labores textiles e Hikoboshi hizo lo mismo con su rebaño de estrellas, que se desperdigaron por todo el firmamento. Furioso, el rey Tentei los separó en el cielo, dejando uno a cada lado del río Amanogawa. Desolada por la separación de su esposo, Orihime le imploró al padre que le permitiera verle de nuevo.
Altair y Vega, forman el triángulo de verano junto con Deneb, y la Vía Láctea pasa entre ambas estrellas.
El rey, conmovido por las lágrimas de su hija, les permitió verse el séptimo día del séptimo mes lunar a través de un puente tendido que atravesaba el río Amanogawa. Actualmente en Japón se celebra el festival de Tanabata para conmemorar el encuentro entre los dos amantes después de un largo año de espera.
Aspecto del festival de Tanabata en Sendai, Japón
Este mito es la explicación de un fenómeno que se aprecia por esas fechas, en el que las condiciones lumínicas hacen que se atenúe el brillo de la Vía Láctea, pareciendo que se tiende un puente entre ambas estrellas.
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