Navegando por la red, topé por casualidad con este interesante documental de Discovery Channel, donde se plantea qué pasaría con nuestro planeta si no tuviéramos a la Luna orbitándonos. Los científicos creen que se creó hace unos 4500 millones de años, cuando nuestro sistema solar apenas estaba recién formado. La hipótesis planteada en este documental postula que un planeta, bautizado como Orfeus, de la mitad de tamaño de la Tierra, chocó con nuestro planeta, formando con el impacto nuestro satélite. Me ha parecido de lo más interesante, así que lo comparto con todos ustedes, ¡espero que les guste!
En la constelación veraniega de Escorpión, entre muchos otros tesoros, podemos encontrar un cúmulo abierto de estrellas muy masivas y calientes, conocido como Pismis 24. Situadas junto a la nebulosa NGC 6357, las estrellas que forman este cúmulo se encuentran a unos 8000 años-luz de distancia de nosotros. Este cúmulo toma el nombre de su descubridora, la astrónoma mexicana de origen armenio Paris Pismis, quien lo observó por primera vez en 1959.
El cúmulo Pimis 24, junto a la nebulosa NGC 6357 (fotografiadas por el Hubble en 2006)
Las estrellas que forman este cúmulo tienen de promedio una masa 100 veces mayores que nuestro Sol, lo que lo convierte en uno de los más masivos que se conoce. Se estima que estas estrellas son realmente jóvenes, de entre 1 y 3 millones de años de edad, y su temperatura está en torno a los 50 000 grados. En el interior de la cercana nebulosa NGC 6357 se están formando estrellas que no podemos ver desde nuestro sistema solar, ya que están aún ocultas tras las nubes e polvo y gas.
El siguiente vídeo nos acerca a este pequeño tesoro estelar
Visibles únicamente desde latitudes meridionales, se alzan en el cielo nocturno dos pequeñas urbes estelares, conocidas como las Nubes de Magallanes. Aunque estas dos galaxias toman el nombre del explorador portugués Fernando de Magallanes, que las vio en su intento de viajar alrededor del mundo en una expedición épica (duró 3 años, de 1519 a 1522, y él no sobrevivió al viaje; sí lo hizo su segundo, Juan Sebastián Elcano y otros 15 miembros más de la expedición), fueron observadas ya en la Edad Media por el astrónomo persa Abd Al-Rahman Al Sufi, que las mencionó en su Libro de las Estrellas Fijas (nombra a la Gran Nube de Magallanes como Al Bakr, Buey Blanco), en torno al año 964.
A la izquierda, la Pequeña Nube de Magallanes (SMC), a la derecha, la Gran Nube de Magallanes (LMC)
La Gran Nube de Magallanes (LMC) se encuentra entre las constelaciones de Dorado y Mensa (La Mesa), a unos 157 000 años-luz de distancia de nosotros. Se estima que contiene unos 10 000 millones de estrellas, y tiene un diámetro de unos 35 000 años-luz. Esta galaxia es rica en gigantescas nubes de gas y polvo, lo que hace que sea una región muy activa de creación de estrellas.
La Pequeña Nube de Magallanes (SMC) se ubica en la constelación de Tucana (El Tucán), aproximadamente a 200 000 años luz de nuestra galaxia. Se le estiman entre 1000 y 4000 millones de estrellas, con un diámetro de unos 7000 años-luz. Aunque tiene una forma irregular, se cree que originalmente era una galaxia espiral barrada, pero su forma fue distorsionada debido a la intensa gravedad de nuestra galaxia.
Hasta hace bien poco, se pensaba que estas dos galaxias son satélites de nuestra propia galaxia, la Vía Láctea; sin embargo, estudios recientes inducen a creer que tan sólo están de paso. La medición de sus velocidades arrojan un resultado sorprendente. LMC se mueve a 378 Km/s, y SMC a 302 Km/s. Esto implica que o bien nuestra galaxia es mucho más masiva de lo que se cree (el doble, por lo menos), o que estas galaxias no son satélites de la Vía Láctea. Esta es la conclusión a la que han llegado los astrónomos Niya Kallivayalil, Charles Alcock y Roeland van der Marel. Presumiblemente, futuras mediciones darán más luz sobre esta teoría.
La Gran Nube de Magallanes, fotografiada desde el ESO
Veamos ahora un vídeo de la Gran Nube de Magallanes creado a partir de imágenes tomadas por el telescopio espacial Spitzer, especializado en tomar imágenes en la banda infrarroja.
El siguiente vídeo nos acerca a la nebulosa NGC 346, en la Pequeña Nube de Magallanes.
Hace poco comentábamos el efecto conocido como la luz cenicienta. Lógicamente, este curioso fenómeno se da también en otras lunas de nuestro sistema solar. La siguiente imagen de Encélado (de 504 kilómetros de diámetro) iluminado por la luz solar y por la luz reflejada de Saturno y sus anillos, fue tomada por la sonda Cassini el 11 de febrero de 2010, a una distancia de 1'5 millones de kilómetros de Encélado.
Lunas y anillos (hacer clic para ampliar la imagen)
Los lectores con vista más aguda habrán reparado que, a la izquierda de la imagen y justo debajo de los anillos de Saturno, podemos ver a la pequeña Pandora, de tan sólo 81 kilómetros de diámetro. Desde el punto de vista de la Cassini, Encélado está más lejos que los anillos, y Pandora, más cerca.
¿Les parece que veamos algunas de las últimas imágenes que nos ha enviado la Cassini?
De izquierda a derecha, Pandora, Prometeo y Epimeteo (clic para ver más grande)
El cráter Odiseo, de 450 kilómetros de diámetro, en Tetis
Saturno y Rea, vistos desde casi 2 millones de kilómetros de distancia
A continuación, un pequeño vídeo hecho a partir de las imágenes en bruto que tomó la sonda Cassini en septiembre de 2007 mientras pasaba junto a Japeto.
Desconocida para muchos, la nebulosa NGC 1788 es un pequeño tesoro escondido a escasa distancia de las estrellas que forman el cinturón de Orión (apenas unos pocos grados). Los astrónomos la conocen como la nebulosa del murciélago, debido a su peculiar forma (y a la imaginación de los astrónomos, que a veces cuesta ver el supuesto animal u objeto que da nombre a las nebulosas). Las siguientes imágenes fueron tomadas empleando el telescopio MPG/ESO de 2'2 metros de diámetro, ubicado en el observatorio de La Silla, en Chile, y perteneciente al Observatorio Europeo Austral.
El murciélago, con las alas desplegadas
En los alrededores de la nebulosa
Esta nebulosa difusa se encuentra a unos 1300 años-luz de distancia de nosotros, y su tenue brillo es debido a que refleja la luz emitida por las jóvenes estrellas que están naciendo en su interior. Apenas se pueden apreciar algunas de las estrellas que pertenecen a esta nebulosa, ya que están ocultas aún por el manto de gas y polvo que las vio nacer. Se cree que apenas tienen un millón de años de edad (poca cosa, comparadas con nuestro Sol, de 4500 millones de años de edad)
En el siguiente vídeo haremos un zoom para acercarnos a esta nebulosa, y podremos apreciar mejor su ubicación junto a las estrellas principales de la constelación de Orión.
Hoy me gustaría salir un poco (muy poco) de la temática habitual del blog, y comentar aunque sea por encima la íntima relación que existe entre las diversas formas de todo lo que podemos encontrar en la naturaleza y los números. Las formas elípticas de los brazos espirales de una galaxia se pueden definir por las mismas ecuaciones que describen las formas de los huracanes, o la disposición de las semillas en una flor de girasol, o la distribución de las ramas y hojas en un árbol. Al universo le gusta la simplicidad...
Leonardo de Pisa (también conocido como Fibonacci), fue un matemático italiano del siglo XIII, y describió la siguiente sucesión de números: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144... donde cada número es la suma de los dos anteriores (esta sucesión de números es conocida como la sucesión de Fibonacci). Al representar gráficamente esta sucesión, la curva resultante tiene la misma forma de los brazos espirales de un huracán, la forma de la concha de un nautilus, o una galaxia.
Representación gráfica de la sucesión de Fibonacci
Formas iguales en un huracán (Isabel, 2003) y una galaxia (M51)
La relación de tamaños de nuestras falanges también siguen la sucesión de Fibonacci
Les recomiendo que vean el siguiente vídeo, es de lo mejorcito que he encontrado en la red en mucho tiempo (gracias a Víctor R. Ruiz). El autor, Cristóbal Vila, nos explica de una manera elegante cómo la sucesión de Fibonacci y el número phi (también conocido como la proporción áurea) están presentes en la naturaleza. También podemos ver la triangulación de Delaunay y el diagrama de Voronoi. Espero que lo disfruten tanto como yo.
La siguiente historia ocurrió en junio de 2008 con una llamada inesperada de una antigua compañera de la universidad, Adriana Regidor.
En aquella época ella trabajaba como coordinadora del programa científico del Campus de Excelencia dirigido por José Ramón Calvo. Dicho Campus, evento anual organizado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, se suele repetir anualmente, y suelen invitar a gente de muchísimo prestigio en diversas áreas del conocimiento para dar conferencias y seminarios a alumnos de doctorado y algún que otro curioso. Ese año, entre otros, vinieron a compartir sus conocimientos varios Premios Nobel (de medicina, química, física y economía), y la organización pensó en obsequiarles con un viaje al observatorio astronómico del Roque de Los Muchachos, en la isla de La Palma.
Como quiera que necesitaban que alguien acompañase a los VIPs (a tan selecto grupo se sumó además un astronauta de la NASA), y que en esas fechas los organizadores del Campus estaban trabajando a tope ya que las charlas y conferencias habían empezando, a mi amiga (que sabía de mi pasión por la astronomía) se le ocurrió llamarme para preguntarme si estaría dispuesto a acompañar a tan selecto grupo y hacer de cicerone...
La respuesta era obvia: -¿Y a quién dices que tengo que matar para conseguir ir?
Resumiendo, que me lío, a los dos días estaba a primera hora de la mañana en el aeropuerto esperando a los premios Nobel, que llegaron puntualmente acompañados por uno de los miembros de la organización del Campus, Óscar Cebriá.
Un premio Nobel de Medicina, tres de Química, uno de Física y un astronauta de la NASA. ¡qué grupo!
Estas personas eran las componentes del grupo de VIPs:
Johann Deisehhofer, alemán, acompañado por su esposa, premio Nobel de Química en 1988
Robert Huber, alemán, premio Nobel de Química en 1988
Una vez hechas las presentaciones de rigor y recoger tarjetas de embarque, pasamos por el punto de control, subimos al avión y despegamos rumbo a la isla de La Palma en un apacible vuelo que duró unos 45 minutos. Durante el vuelo (el cielo estaba bastante despejado) pasamos junto a la isla de Tenerife, y aproveché para mostrarles a mis acompañantes el Teide (varios de ellos sabían ya que era el pico más alto de España), y el observatorio de Izaña, uno de los mayores observatorios solares del mundo, cuyas blancas cúpulas y torres destacaban sobre el terreno volcánico sobre el que se asientan.
En el aeropuerto de la isla bonita (así llamamos en Canarias a La Palma) estaban esperándonos representantes del patronato de turismo del Cabildo Insular, y un chófer con una guagua (en Canarias llamamos así a los autobuses y similares) para llevarnos al observatorio (un trayecto de casi una hora, para subir a los casi 2400 metros de altura donde se encuentra el observatorio). Durante el ascenso pudimos distinguir claramente cómo iba variando el tipo de vegetación, a medida que nos acercábamos a nuestro destino. Allí fuimos recibidos por Juan Carlos Pérez Arencibia, administrador del observatorio del Roque de Los Muchachos, quien tras darnos la bienvenida y explicarnos qué telescopios visitaríamos, fue nuestro anfitrión durante las visitas a las instalaciones del observatorio.